Detrás de escena de la Generación Sandwich

A veces, el dolor viene con una guarnición de tocino.

Mi papá murió un viernes por la noche tres meses después de que supimos que tenía cáncer de pulmón en etapa IV. Fue un día en el que terminó un capítulo de mi vida, el que incluía llevar a papá de ida y vuelta al tratamiento diario y comenzó un nuevo capítulo de mi vida:la vida sin mi animadora, mi papá.

A la mañana siguiente, mi esposo y yo le dijimos a nuestro hijo de seis años que su papá había muerto. Estaba callado al principio, luego, como la mayoría de los niños de seis años, supongo, comenzó a hacer muecas y actuar como un tonto para aliviar la incomodidad del momento. Así que hice lo siguiente que tenía sentido para mí:preparé el desayuno.

Saqué huevos, tocino, salchichas y croquetas de patata del refrigerador y comencé a cocinar. Me moría de hambre, ya que el día anterior estaba lleno de horas en la UCI y poco tiempo y ganas de comer. Ahora, necesitaba algo que hacer. Tenía hambre y quería consolar a mi hijo ya mi familia con algo normal:el desayuno. Cuando nos sentamos a la mesa, nuestra hija de casi cuatro años ya se había levantado y nuestro hijo nos preguntó si se lo íbamos a decir. Mi esposo y yo intercambiamos miradas y le dijimos que esperaríamos hasta después del desayuno, a lo que rápidamente nos recordó que hablemos y compartamos a la hora de comer. Dios, odio cuando mis propias palabras salen volando de la boca de mis hijos apropiadamente.

Así que explicamos una vez más sobre papá. Al menos para cuando se comieron los huevos, lo peor de la muerte de papá había pasado:yo, nosotros, se lo habíamos dicho a los niños.

Han pasado más de tres meses desde aquella mañana de sábado, pero mucho ha cambiado. Hemos mudado a mamá de su casa de más de 40 años a un apartamento de vida independiente que está más cerca de nosotros, lo cual es útil porque ya no conduce.

Ha sido una lucha desde que, afrontémoslo, nunca fui tan cercano a mi mamá, ciertamente no como lo fui con papá. Sigo diciéndome a mí mismo que le dé tiempo. Respira hondo cuando sea pasivo-agresiva. Dele tiempo para llorar y adaptarse a su nueva vida. Y darme tiempo para adaptarme y aprender a lidiar con mi segundo padre que envejece.

Esta historia resaltará un poco sobre cómo me las arreglo para ser la mejor mamá del mundo, una hija afligida pero obediente y una esposa sabia y cariñosa, todo mientras trabajo para construir mi negocio de escritura independiente, acompaño a mi madre a sus citas e intento mantener mi vida equilibrada.

¡Bienvenido a la generación del sándwich!


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